miércoles, mayo 05, 2021
viernes, octubre 30, 2020
domingo, agosto 16, 2020
jueves, agosto 13, 2020
martes, abril 21, 2020
LA FIESTA (o el carnal o la pandemia)
lunes, marzo 23, 2020
Corona virus, biopolítica y anarquía.
martes, marzo 17, 2020
Izquierda ética versus derecha moral. Hacía la anarquía o caos ético.
sábado, febrero 22, 2020
ETICA ERÓTICA. POLITICA, TECNOLOGÍA Y GESTIÓN DE LOS PLACERES
viernes, septiembre 20, 2019
Toda las experiencias políticas triunfantes se han regodeado por ser las implementaciones racionales de la verdad. El gobierno de la razón ha sido, sin embargo, el gobierno del capricho ideológico de los individuos o los grupos que han sentido la necesidad mesiánica de salvar a los que no pueden pensar por sí mismos. Así están las cosas: plutocracia o demagogia que jamás se acercan a la resolución del dolor real, ese que experimenta el cuerpo. Por eso es imprescindible una política de la carne, una política del desorden de necesidades que expresa la piel. El sufrimiento es irrepresentable, por eso exige la radicalidad democrática de la palabra no mediada del que sufre. No importa ni la sintaxis ni la belleza retórica de los lenguajes. Es necesario una democracia del balbuceo. Dejar que la carne balbucee la historia y el presente de la necesidad insatisfecha.
sábado, septiembre 06, 2014
Multitudes queer, desinstitucionalización y epistemologías monstruosas.
domingo, noviembre 03, 2013
domingo, agosto 26, 2012
Rencuentro Internacional del Anarquismo en Saint Imier, Suiza, Agosto del 2012 (2)
miércoles, agosto 15, 2012
Rencuentro Internacional del Anarquismo en Saint Imier, Suiza, Agosto del 2012
Anarquismo: los anarquismos.....
No es un jaguar el universo.
sábado, junio 16, 2012
miércoles, noviembre 23, 2011
El poder es un Okupa. A propósito de renombrar los espacios públicos.
El poder es un oKupa. Ha ocupado Abya Yala y ha fraguado los títulos de propiedad en las escribanías del terrorismo semántico. El nuevo nombre, América, es el testimonio inequívoco de la ocupación y el despojo. El poder inventó el vacío, el desierto y la frontera para ocupar una tierra que estaba milenariamente ocupada por sus legítimos dueños. Y al mismo tiempo inventó un bestiario que demostraba la incapacidad de esos pobladores de detentar la propiedad de sus dominios. Dispuso de la violencia material de los caballos, los arcabuces y los cañones y de la violencia simbólica de los saberes escolásticos. Masacre y conversión sostuvieron la ocupación. Masacre para las sombras que se corporizaban en gestos desesperados de rebeldía, conversión para quienes se aferraban a la vida aunque ello implicara el olvido de sí mismos. Mientras el territorio manaba sangre, los doctores de Salamanca confinaron a los habitantes originarios a un limbo ontológico y jurídico hasta 1537, fecha de la bula papal Sublimis Deus dictada por Pablo III.
viernes, mayo 27, 2011
Biopolítica e historia. Roca héroe racial
La sangre tehuelche-mapuce es sangre desbiologizada. Curiosamente, lo más pesadamente biológico se desdibuja en el etnocentrismo de la cultura blanca europea, que ha adoptado desde su mismo nacimiento el republicanismo argentino. La nación desconoce las marcas de la sangre: la ciudadanía es una puesta en discurso, una inclusión en el dispositivo de la argentinidad.
viernes, abril 01, 2011
Inesencialidad de lo latinoamericano. La prioridad histórica.
Pensar la esencia de lo latinoamericano se erige en un ejercicio vano y reiterativo. La idea de esencia remite a una fijeza ontológica inexistente, a una cosa estática que carece de historia al ser fijada a un acontecimiento que carece de vicisitudes transformatorias. Si hubiere una esencia, es decir una característica identitaria específica e invariable, la misma ingresaría a un terreno fantasmal carente de historia. Espacio de formas desencarnadas, desvegetalizadas, desmineralizadas. Porque aún la montaña, con su aparente quietud tiene una geo-historia, que un hipotético observador privilegiado estaría en condiciones de cronicar. Hablar de la historia de la flora es más sencillo, cabe en nuestros registros de diacronía fáctica. La historia humana tiene sus huellas: por doquier la singularidad y la diferencia repelen la esencialidad de lo americano.
domingo, octubre 10, 2010
Los múltiples cuerpos de América latina
LOS MULTIPLES CUERPOS DE LATINOAMERICA.
Abelardo Barra Ruatta
1. Cuerpos en contigüidad. Simbiosis de tierra y sangre.
No habría, estrictamente, mares turquesas ni playas doradas, ni jaguares míticos ni monótonas morsas. Ni mediodías tórridos en la cintura ecuatorial del continente, ni largas noches en sus fríos confines meridionales, si no existiera el ojo humano que todo lo explora. Si no existiera la piel que se estremece con el beso de las brisas o la furia caliente de los géiseres, si no estuviera la lengua que descubre la dulzura del maracuyá o el verde amargor de la lima. Si no escuchara el oído, el fantasmal gruñido del carayá en la informe oscuridad de la selva o el apocalíptico estruendo de los glaciares cuando se desploman en las gélidas aguas. Si no se embriagara el olfato ante el dulce perfume de la ciclópea magnolia o ante el hedor amoniacal de las islas de bosta de las aves guaneras.
En el nacimiento mismo de su sentido histórico, Latinoamérica ya es múltiple. La forman vastos órganos corporales que se llenan, de antrópico sentido, cuando el hombre los mira, los huele, los toca, los saborea, los escucha. Desconociendo aquí la lógica y ancestral ancestral prioridad geológica o el anticipo animal de sus gigantescos dinosaurios, me detengo en el humano, que es quien descubre y enuncia en su palabra, la magia singular de sus océanos, el extenso árbol de la Amazonía, la columna descomunal del Ande que la vertebra entre el proceloso mar y el valle fértil.
Los primeros cuerpos de América son sus bloques telúricos, inefablemente bellos, aunque mudos. Los otros cuerpos, los que inauguran el sentido, son inteligentemente frágiles y se presentan babelizados en plurales lenguas nombradoras: del abipón al yumbo, del bayá al tupí, del ciaguá al quichuá, del guaraní al puelche, del mapuche al orejón. Todos ellos nombraron los cuerpos de la tierra con sus sagrados y locales nombres. Eran muchas las Abya Yalá. Y para cada uno de esos conglomerados de cuerpos con voz, su Abya Yalá, la suya, era el universo.
Tiempo de cuerpos y mentes interpenetrados. Cuerpos con voz. Cuerpos que parecen hablar desde las entrañas, pero no porque el desarrollo filogenético los hubiera detenido en un estadio de mutismo intelectual, sino porque sus hondos y meditados pensamientos, se sentían naturalmente incorporados, encarnados, hechos de cosas antes que de fantasmas mentales. Porque entonces, las palabras no parecían ser resultantes de complejos procesos de abstracción metafísica, sino que parecían fluir de los enjambres neuronales para capturar y amoldarse a la forma caprichosa de las rocas metalíferas. Las palabras parecían salir de las bocas para seguir los meandros de los inestables ríos, largos como anacondas míticas; o para detenerse en la blanca quietud de los salares interminables; o para trepar la altura multicolor de sus cadenas montañosas.
Eran muchos entonces los cuerpos mudos que sentían, sin embargo, como si fueran vientres protectores. Valles cerrados, riberas marítimas, mediterráneas llanuras. Y eran muchos, también, los humanos desperdigados en territorios que se cerraban y se totalizaban como mundos únicos, últimos. En suma, eran muchos los cuerpos puestos en contigüidad. Muchos los cuerpos finitos, vulnerables, lábiles, que se amalgamaban a los cuerpos de sus pequeños universos, determinando hibridaciones inteligentes de carne y piedra, y rio, y mar, y montaña, y floresta, y ave, y camélido, y estrella y astro. Jardín antropológico del Edén, donde todo tenía ya un nombre, porque era antigua la presencia de la lengua humana nominando lo inerte, vivificando todo, sistematizando todo. Mimetizados con el paisaje estaban los cuerpos, bellamente adornados, construyendo las múltiples corporeidades de lo que alguna vez iríamos a llamar América. Acto ventrílocuo de nominación, en cual, las muchedumbres ya no podrían disimular cierta irredimible melancolía ante lo perdido; sin esconder, otros, cierto desdén colonialmente inducido por lo que alguna vez se llamó de otra forma.
2. Cuerpos que se distancian.
La historia de Latinoamérica registra brutales choques de cuerpos. Cuerpos potentemente metálicos que descubren cuerpos bellamente desnudos. Cuerpos cobrizos que descubren otros cuerpos ocultos en el miedo religioso de la carne. Cuerpos que se agitan excitados de lascivia y de superstición, al contacto con cuerpos que exhiben libremente sus formas y en, ello, hacen ostensibles las señales impúdicas de lo satánico. Ojos esquizoides que se deleitan y se escandalizan, ojos libidinosos y culposos en la contemplación de la espigada desnudez taína, ojos que se aterran o se maravillan al corroborar las figuras y descripciones de los bestiarios de medieval ignorancia.
Se dibujan en el paisaje paradisíaco nítidamente los cuerpos, que el conquistador evalúa adecuadamente blandos y dóciles para el sometimiento y la utilización. Cuerpos indescifrables que los indígenas creen identificar con los barbados y ruidosos dioses que las profecías anunciaban. Confusión de cuerpos, mezclas aberrantes entre especies (se duda mucho tiempo acerca de la humanidad de los habitantes de este punto del mundo), cuerpos de hombres y cuerpos de micos fusionados en una sexualidad furiosa, violenta. Cuerpos de la violación, híbridos, ligeramente antropomórficos. La confusión y el griterío que imperaba no deben confundirse con la proximidad. No hay cara a cara. No hay ética. En rigor, esos cuerpos aglutinados sin respeto ni reconocimiento, son cuerpos que empiezan a estar distanciados, enemistados, desconocidos. Aunque por todas partes anden amontonados los conquistadores y los sometidos.
El invasor, cuerpo extraño en la organicidad de la tierra invadida, se involucra fervorosamente en el culto (herético en rigor, respecto del benevolente dios cristiano que bendice sus acciones) de dioses venerados hasta la obscenidad: los invasores comienzan con la exacción de la vida oculta en las entrañas de esa montaña que, el lugareño miró a lo largo de las eras, con cotidiana reverencia. Extracción de verde sangre en las plantaciones de azúcar y cacao. Succión de roja sangre en el brutal trato que reciben los cuerpos, ambiguamente humanos, de los indígenas. En pocos años de desprejuiciada explotación, los indios se van extinguiendo, inmersos en una vivencia psicológica que mezcla resignación, estupor, incomprensión y vergüenza.
Se distancian y se compartimentan los cuerpos en castas sociales y sanguíneas: mestizo, castizo, zambo, mulato, morisco, cholo, chino, lobo, jíbaro, cuarterón, quinterón. Son separaciones que se extienden en el cuerpo social, separando, obturando, obliterando, oponiendo. Crece una sociedad donde las corporalidades se excluyen y repudian al amparo de epistemologías racistas y de vetustas justificaciones escolásticas, que el conquistador socializó universitariamente entre los sectores decentes de los colonizadores internos.
Ni el conquistador ni el colonizador supieron entender y respetar los infinitos cuerpos de la tierra. Por comparación con la casuística y la teoría de la Vieja Europa, coligieron que aquí todo era inmaduro e inacabado. La tierra espantosamente hostil por sus impenetrables selvas, por sus pestíferas ciénagas, por sus llanuras infinitas que repelen los asentamientos humanos, por sus animales débiles e inferiores, por sus aves mudas. Por todo ello, los cuerpos de la tierra se erigieron en meros recursos a expoliar.
La instrumentalización de los cuerpos se vehiculó de la mano de una secularización lucrocentrada que desconoció las formas ecológicas de la sacralidad que habían adoptado las organizaciones comunales, que habían fundido simbióticamente los cuerpos humanos con los cuerpos benefactores de la tierra. Los ayllus, las formas comunitarias de producción, distribución y consumo de los bienes, que estuvieron, durante muchos siglos, fundados en el aprovechamiento mesurado de los rendimientos y las funciones de cuerpos inorgánicos y animales, fueron soberbiamente abandonados. Nuevas palabras rebautizaron –palabras que ahora portaban prosapia universal al conjugarse en acentos romances que reproducían la necesidad epistémica que los europeos suponían encerrada en el latín- los innumerables cuerpos de la Abya Yalá, que ancestrales hombres cobrizos habían nominado en la sinérgica conjunción de la erótica cognoscente de los sentidos con la conceptualización brindada por una razón fuertemente sensible, incorporada.
Crisis política, crisis moral, crisis epistemológica, crisis teológica, crisis productiva, crisis ecológica. Lo antropológico se vuelve binariedad jerárquica de alma trascendente y cuerpo desdeñable. Por todas partes el cultivo de la inteligencia se torna el desiderátum humano. Olvido e interdicción para la monstruosa pecaminosidad antropofágica. Mutilación de los cuerpos escritos por la vieja historia. Despedazamiento de las políticas corporales preteridas. Descuartizamiento de la potencia rebelde de la memoria. Curiosamente ya nada es sensorial, todo es intelectivo. Los burdos dioses que cohabitaban con los hombres son desplazados definitivamente. Abominación -asistida por la tradición racionalista clásica y/o por la vanguardia iluminista- de las aberrantes idolatrías de la piel, de la carne, de la sangre, de los sacrificios.
La episteme colonial diseña naciones, a la medida de Europa, sobre cuerpos colectivos y cuerpos territoriales absolutamente idiosincrásicos, que ameritaban un conocimiento profundo de sus especificidades genealógicas. Los nuevos cuerpos legales, los cuerpos jurídicos, paradójicamente rígidos en su blandura formal, propician y concretan el diseño de un cuerpo colectivo abstracto, el cuerpo popular, que habita un ficticio territorio nacional jurídicamente definido. Con el pueblo estamos ante otro cuerpo, un cuerpo homogéneo, chato, prolijo, disciplinado por institutos judiciales, económicos, culturales, educativos. Es el cuerpo inteligido, pensado, un cuerpo que no es un cuerpo. Es el cuerpo que puede ser sustituido, profanado, poblado. Es el cuerpo desierto. Es el reconocimiento de la gozosa colonialidad que debe asumir nuestro ser colectivo, nuestro cuerpo colectivo para entrar en la historia. Momento de la entrega patriótica del cuerpo. Es el instante exacto para que el mismo pueda ser prostituido.
2. Cuerpos monstruosos, ambiguos, heréticos.
Pero el espíritu es débil. Su naturaleza se constituye en su necesaria dialéctica con los cuerpos. Nuestro panteón de héroes corporales huele a sangre derramada antes que a esencias consagradas a una invocación espiritual de su magisterio trascendente. Pétion, L’Ouverture, Tupac Amaru, Tupac Katari, y otros miles de cuerpos rebeldes, exhibieron la osadía de reivindicar lo que alguna constituyó un espacio de dignidad y libertad, de reclamar un futuro diferente donde los poderosos no coman de los pobres. Los cuerpos criollos, híbridos y tensados entre lo mejor de dos mundos, nunca dejaron de escribir las más dignas páginas de la historia de la insumisión, historia que el poder negó, secundarizó o criminalizó situándola en los márgenes de lo verdaderamente memorable.
En un movimiento global que siempre existió en la historia (piénsese en los ejércitos emancipadores que desde el Río de la Plata llegaron a El Callao, o en los neogranadinos sublevando indios en el Alto Perú), los cuerpos expulsados por la dinámica crítica del capitalismo central, vinieron a sentar aquí sus propios cuerpos como testimonio de luchas emancipadoras que se llevaban a cabo en nombre del socialismo: ácratas que renegaban de los amos y los dioses, comunistas que como espectros amenazaban a los poderosos con sus promesas de radicales revoluciones.
De la oscuridad de la historia emergieron fantasmales marchas de olvidados, de zombis, de salvajes. En aluviones, casi zoológicos, de hambre y sed de justicia. Allí va Sandino con su sombrero de ala ancha echando a los yanquees de Nicaragua, más acá se desplaza Luis Carlos Prestes y su columna de rebeldes, recorriendo 25000 km de un cuerpo brasileño que los mira azorados, allá está Emiliano Zapata sublevando indígenas y campesinos en el sur mexicano, por la Colombia oligárquica, Jorge Eliécer Gaitán lleva adelante un bogotazo de advertencias y esperanza, aquí, en el sur, se desplazan los cabecitas negras que vienen del interior argentino convocados por el deseo de afirmarse como humanos, allá lejos, en el ardiente Caribe se desplaza un minúsculo grupo de guerrilleros a tomar La Habana e instalar la más extensa y esperanzadora experiencia de liberación socialista en América latina.
Son los cuerpos monstruosos que comenzaron a llenar todos los espacios de la vida. Las movilizaciones migratorias transformaron la fisonomía de los cuerpos sociales latinoamericanos. Un nuevo cuerpo emerge sobre el cuerpo híbrido primordial que plasmó, con la brutalidad de la violación, el conquistador ibérico. Esos cuerpos fuera de toda norma, parecen estar alumbrando una nueva experiencia de singularización corporal, una raza corporal cósmica, como la llamó el profético Vasconcelos, una corporeidad que se constituye desde las experiencias amorosas, que la búsqueda y la aceptación del otro consolida siguiendo la ley ético-estética del entusiasmo. Por todas partes la gente desplazándose para huir de las dictaduras, para alcanzar maneras más dignas de existir. Por todas partes y en ninguna parte conectados ahora en emprendimientos comunicacionales cuyo objeto último es el acrecentamiento antropológico. Nuevas manifestaciones políticas y culturales que mutan los cuerpos. Que los transforman sin diseños previos, sin utilidad, es decir sin arjé ni telos.
El largo de los cabellos o el largo de las faldas marcaron, en algún momento una agenda del deseo, en la cual ya no quedan fechas en blanco. El almanaque de la liberación está lleno de curiosidades humanas: tatuajes, escoriaciones, incrustaciones, perforaciones. Alegría carnavalesca de una diversidad que no tiene porqué unificarse. Nuevos territorios de la carne, marcada desde tribalismos contestatarios, insumisos; nuevas pulsiones incontroladas del amor; nuevas hibridaciones cada día más osadas y transgresoras continúan las jornadas de una emancipación constituyente, de una emancipación que no cesa ni puede tener un fin último. Familias amorfas donde el amor circula al ritmo de lo verdaderamente sentido. Cuerpos que se superponen, confundidos cada vez más amorosamente, cuerpos que eligen cada día una nueva ontología al escoger la performance genérica que más placer les produce. Irrespetuosamente mezclados marchan los cuerpos hacia el respetuoso territorio de la tierra sin mal teológico. Hacia la tierra de los cuerpos desregulados, hacia las fusiones agradables de carne, tierra y máquina. Los cuerpos se apoderan de prótesis digitales: se vuelven artificiales, mutables, estética y funcionalmente modificables. Los cyborgs son promesas monstruosas de días edénicos, promisoriamente subversivos, esplendorosamente posthumanos, lejos de la humana y empobrecedora reiteración que imponía la máquina analógica.
Son múltiples los cuerpos de Latinoamérica. No podría ser de otra manera. Porque son múltiples los paisajes y múltiples sus actores. Si viajáramos hacia la lisura de la mismidad, hacia la homogeneidad moderna que borraba y desconocía las marcas singulares de los cuerpos, estaríamos sin duda mal encaminados, aún cuando se nos prometiera desembarcar en el territorio de la sociedad igualitaria diseñada por los expertos del partido de la vanguardia. La garantía ontológica del adecuado rumbo de la marcha actual, está dada por su carácter constituyente, por su vocación de escucha y deliberación no jerárquica, por su deseo de abolir el poder y de gobernar en la horizontalidad de quienes se obedecen mutuamente al influjo contagioso de la simpatía o la afinidad. La garantía, la encuentro en estas voluntades subversivas que se saben ineludiblemente encarnadas e históricas. Es desde la incómoda urgencia de los cuerpos discriminados que se reclama ahora la construcción de una república amorosa, de una democracia siempre provisional de justicia y solidaridad, espacios de concreta palpabilidad erótica, de una eticidad cara a cara, donde las subjetividades satisfarán sus múltiples demandas, nacidas de la alegría y el dolor. Cuerpos que sufren y huyen del dolor, cuerpos que gozan pretendiendo persistir en el placer, cuerpos, sencilla y simplemente cuerpos, como únicas credenciales de identidad que se demandarán, algún día, para acceder a la dignidad de una ciudadanía cosmopolita.
martes, marzo 02, 2010
Siete ensayos para una bioética y una biopolítica latinoamericanas.
El paso de una bioética hacia una biopolítica tiene que ver con la presencia de consideraciones bioéticas en la toma de decisiones políticas. Tales consideraciones se fundan en la convicción de que la reflexión ética sobre la vida posee potencialidad en la resolución de los problemas políticos más acuciantes. La bioética inserta en la biopolítica induce a otorgar prioridad a criterios de decisión que desbordan los meros intereses económicos, técnico-políticos o sectoriales para privilegiar las medidas que promueven y respetan la dignidad y el bienestar del hombre, tanto individual como socialmente.
Identificadas las biopolíticas que gestiona el biopoder para inducir sumisión y orden en los sectores populares, la hipótesis conductora de los presentes trabajos consiste en apuntalar una reflexión bioética y biopolítica que estimule la resistencia al biopoder. Esta oposición deberá buscarse en la propia dinámica biopolítica. El escenario del presente, laminado por el colosal avance de la tecnociencia, no debe pensarse como vehículo excluyente de destrucción subjetiva y aniquilación social, sino que puede verse como inédita oportunidad para el pensamiento y la práctica emancipatoria. Los nuevos modos de trabajo, vertebrados en torno al conocimiento, la comunicación y la cooperación constituyen una ocasión para liberar el poder constituyente de las mayorías populares y ver a la sociedad como un laboratorio de producción social de antagonismo al biopoder hegemónico.
viernes, diciembre 04, 2009
Algunas pautas para un análisis contextual de Filosofía para niños.
Las palabras, a pesar de la irreductible historicidad de sus denotaciones, coagulan en significados más o menos invariables, referidos a contenidos mentales, emociones, hechos o procesos bien establecidos y determinados. Incluso, también las connotaciones de esas mismas palabras, a pesar de la desregulación semántica y pragmática que le concede el estar generadas en la arbitrariedad de hermenéuticas subjetivas, terminan agotándose en un repertorio finito.
De allí que la adherencia y sedimentación de significados alrededor de una palabra culmine limitando la posibilidad de nuevas resemantizaciones; a menos que nos atrevamos a desafiar la carga histórica de las palabras y nos expongamos a las imputaciones descalificatorias o a la vulnerabilidad monstruosa de quien transita la heterodoxia revolucionaria.
Hablar de Filosofía para niños implica, uno de esos desafíos rupturales, porque difícilmente podamos permanecer dentro de la ortodoxia establecida por la comunidad de especialistas al intentar vincular la filosofía, en sus diferentes especializaciones hegemónicas, con los niños y, aún con los adolescentes. Nunca podría el adulto y metódico ejercicio de la filosofía ser cultivado por seres que, a lo largo de la historia de Occidente, fueron concebidos como ontológicamente provisorios. Por consiguiente, la Filosofía para niños, como sub-campo filosófico específico, nos enfrenta a considerar diferentes alternativas, entre las cuales me parecen más relevantes las que enumero a continuación:
a) declarar su inviabilidad en el marco del concepto tradicional de filosofía;
b) reinventar otro posible sentido a la filosofía: el de una actividad fundada en la gratuidad y el amor y por ende, más atenta al valor personal de la existencia;
c) revisar nuestra concepción adultocéntrica de la niñez.
Por lo demás, una contextualización en el marco de lo socio-político nos conmina a pensar la validación de la Filosofía para niños en relación a la pertinencia histórico-social de sus planteos. Esto significa que es imprescindible tener en consideración que, la autenticidad de las diversas formas que pudiera adoptar el quehacer filosófico se halla vinculada a las concretas condiciones en que se desenvuelve el devenir vital de un colectivo humano. Dicho de otro modo, la voluntad filosófica de discurrir acerca de lo humano a partir de la asunción de una concreta circunstancia temporo-espacial, se erige en la característica principal de todo filosofar que se precie de auténtico. Las consecuencias teórico-prácticas, de esta intención de concebir a la filosofía como un discurso que se abre a la universalidad desde la empiricidad e historicidad que le son inherentes, resultan antropológicamente relevantes, porque implican la inmersión del existente individual en un cotidiano y particular modo de convivir ético-político.
En lo que sigue me centraré‚ en un primer momento, en la caracterización de las insalvables contradicciones que implica hacer Filosofía para niños en el marco de la concepción vigente de filosofía. Seguidamente me detendré‚ a señalar algunas notas empíricas básicas dentro de las cuales debe pensarse la niñez, particularmente, en América Latina, procurando enfatizar el desajuste o desarmonía que existe entre esa descripción sociológica del contexto y el objetivo normalizador que persigue, primordialmente, la educación institucional. Por último, intentaré bosquejar el contorno dentro del que podría moverse una Filosofía para niños que se mantenga fiel, tanto al contexto histórico-existencial dentro del cual emerge (y sea por lo tanto auténtica), como a las características que deben asumir los procesos que se precien de respetar el valor hedónico-amoroso de la singularización existencial de toda persona humana.
2. Filosofía sin niños.
En el contexto actual de la filosofía vigente los niños nada tienen que hacer ni en la constitución ni en la práctica de tal conocimiento. Si convenimos en caracterizar a lo más propiamente infantil como un dejarse estar en el goce del presente sin ningún tipo de ulterioridad ni previsión, deberíamos convenir entonces, que la filosofía como reflexión sobre los principios constitutivos últimos de la realidad, se inscribe en un teleologismo insobornable: pensar lo dado, pensar la época, pero en su necesidad o universalidad. Esto significa que los entes son asumidos por la filosofía para ser justificados-intelegidos en el marco de un despliegue ontológico trascendente.
En los niños, lo lúdico da color a la totalidad de sus conductas, y sus pensamientos se hallan fuertemente determinados por la emoción y el sentimiento que se derivan de ello. La autoreferencialidad del juego implica un eclipsamiento de la vida en el presente, que por la gozosidad inherente a lo lúdico, se experimenta como eternidad. El juego repele cualquier tipo de teleologismo y su sentido se agota en las emociones que suscitan su mero (y más duradero) jugar.
La filosofía se ha caracterizado, desde sus mismos orígenes, como un saber que fundamenta rigurosamente el desenvolvimiento de todas las actividades. Ella es la "ciencia dominante" que conoce "en virtud de qué ha de hacerse cada cosa" (ARISTOTELES 1978: 982b 5). Sin embargo, este fundar desde lo teorético, no ha de llamarnos a engaño, ya que esta genealogía impráctica no es óbice para que la filosofía se erija en usina de la productividad total. Más aún, se constituye en el presupuesto de todo hacer racional. El ocio que crece a la sombra del desinterés filosófico, es un ocio que se traiciona a sí mismo, es infiel al no hacer que lo define, pues se halla inscripto en la lógica de una productividad latente. Este ocio productivo, filosófico, en nada se parece al ocio festivo de los pueblos aborígenes, que cultivan un ocio sin objeto, un ocio fungible, es decir que se agota en el mismo acto de vivir ocioso.
La fundamentación filosófica supone una trascendentalización de condiciones empíricas particulares y, en ese sentido, implica hipostasiar escenarios fácticos donde juegan sus ominosos roles una vasta galería de seres ontológicamente lábiles, inacabados. De esta manera la filosofía esencializa posiciones de superioridad jerárquica cuyo sostén se encuentra en la aprioridad de verdades y valores sustraídos a la contingencia del hacer histórico.
Estos ámbitos de fundamentación última y trascendental se postulan como invisibles a los sentidos, a las intuiciones y a las emociones. (PLATON 1972: 514I-519e) Es decir, que se vuelven invisibles y ajenos al "fluir emocional que constituye en cada instante el escenario básico...desde los cuales surge nuestra supuesta conducta racional" (MATURANA Y VERDEN-ZOLLER 1994: 20). La des-biologización que supone la consolidación de un ámbito de separatividad trascendental, dotado de mayor realidad (valía) ontológica que el mundo sensible, exonera al hombre de guardar fidelidad a la inmediatez de la "biología del amor" (MATURANA Y VERDEN-ZOLLER 1994: 28). La civilización Occidental, civilización masculino-logocéntrica, concede a las figuras de la mujer y el niño, pequeños remansos de ternura, sensualidad y amor. Pero esta concesión no es gratuita: se efectúa al costo de acceder a la maternidad jurídica, es decir, aquella maternidad que acontece al amparo de las leyes domésticas que acuñó el patriarca. Estos islotes de ternura poseen también un costo ontológico, y es la renuncia a instalarse en el proscenio del verdadero ser, al que sube el varón adulto -de la mano de la filosofía-.
La instalación en el concepto, que posibilita la filosofía, representa la consumación perfecta de la apropiación que hace el hombre de la naturaleza. El concepto exorciza la impermanencia, el azar, el cambio. Quien logra instalarse en el corazón esencial de la realidad ha conjurado las acechanzas de la existencia y se autogarantiza el usufructo permanente de los servicios y bienes que se producen y reproducen en una realidad empírica devenida en fantasma.
Si continuamos pensando a la filosofía como un fiador universal, que nos permite acceder al crédito de la imperturbabilidad ontológica, difícilmente podramos ir de la mano de los niños al patio lúdico de la filosofía. A lo sumo los llevaremos a la escuela para seguir reproduciendo indefinidamente una cultura vaciada de afectividad, de corporeidad, de conectividad emocional.
Sin embargo, la emergencia de la Filosofía para niños como otro de los tantos saberes alternativos -el reconocimiento explicito de Laurance Splitter y Ann Sharp (1996) a la vinculación con la filosofía feminista nos parece indicar claramente un direccionamiento hacia saberes contraculturales- tales, como los movimientos por los derechos de los animales, la ecología profunda, derechos de los homosexuales, etc., nos induce a pensar que una radical redefinición de la filosofía resulta crucial y urgente en nuestro presente. Porque no se trata de creer que la filosofía lleva inscripta en su frente, como un designio ilevantable, su laborar en pos de anémicos conceptos devenidos en sustitutos de la contingente realidad de los seres individuales. La filosofía puede también tener una cara sonrosada, una cabellera desordenada y un aliento jadeante. La filosofía puede estar al lado de la vida. Y en ese sentido tal vez pueda ayudar a que los adultos se reencuentren con la mirada creativa y virginal del niño.
3. Cuando los niños marchan descalzos.
La recurrencia a términos tales como “hedónico”, “amoroso”, “gozosidad”, “ocio lúdico”, que hemos utilizado en el presente trabajo no suponen en absoluto el despliegue de una concepción frívola, cínica o decadente de la existencia, sino que aluden, desdramatizadamente, a las condiciones emocionales que deberían acompañar la realización personal de los seres humanos (donde lo emocional no es un temple anímico que acontece en el vacío sino en el centro de ciertas condiciones materiales que favorecen o posibilitan la consecución de las realizaciones placenteras). Por lo demás, la necesidad de anclar la reflexión en el territorio socio-ambiental inmediato, constituye una reafirmación de nuestra obstinación en desvincular la existencia humana de finalidades o propósitos metahistóricos que se proyectan escatológicamente para ser realizados o actualizados de manera inexorable. No se trata de inscribir la historia humana en figuras que "el Espíritu" despliega en un "movimiento incesantemente progresivo" (HEGEL 1971:12) y subsumir, por lo tanto, la libertad en el cauce apriorístico de la necesidad. El deseo de vincular la reflexión con la realidad socio-cultural simplemente refiere a la imperiosidad de instituir escenarios empíricos que resulten acogedores para todo intento hedónico y liberador de vivir la vida.
En tal sentido, algunos pocos datos que proporcionaré‚ bastan para espetarnos lo inequitativo y desequilibrado que resultan los escenarios en que se desarrolla el incesante drama de la vida. Tenemos, por ejemplo, que la tasa de mortalidad de menores de 5 años en Haití, es de 134 por cada mil nacidos vivos; en Bolivia es de 102. (PNUD 1998:157). Que el índice de la deserción de los niños en el estudio revela que, en Nicaragua en 1995 el 46 % de los escolares no llegaban al Quinto grado de la escuela primaria mientras que, en El Salvador no lo hacían 42. (PNUD 1998:147) Que los indicadores que miden el acceso a agua potable (como vergonzantes testigos de la pobreza humana) de la totalidad de la población muestran que en Haití, en el período 1990-1996 el 63 % no tenía acceso a ese vital elemento, en tanto que en ese mismo período en Bolivia no lo tenían el 37 % (PNUD 1998: 147). Estos datos, que se reiteran ignominiosos en otras zonas del Tercer Mundo, constituyen apenas frías referencias numéricas a las reales condiciones materiales (y emocionales) de existencia en que se desenvuelve la vida de las grandes mayorías populares en los países de nuestra América Latina.
En este contexto social considero imprescindible formularnos la siguiente pregunta: ¿tendrá algún sentido pensar maneras de incluir en las currículos escolares de los estudios primarios a la filosofía? Estos niños, que salen muy de mañana a ganarse la vida por las calles abriendo puertas de taxis o limpiando parabrisas de los automóviles en la urgencia de los semáforos, estarán verdaderamente interesados en mejorar la "calidad del pensar" (SPLITTER Y SHARP 1996:24). La brusca contradicción entre los diferentes escenarios en que se mueven niños, idénticamente preocupados por ir a jugar, nos autoriza a preguntarnos, ¿resultan éticamente plausibles las preocupaciones filosófico-pedagógicas de quienes procuran estatuir las bases curriculares (pero también antropológicas) de programas empecinados en hacer filosofía para los niños? La fidelidad al contexto, que debe guardar toda actividad genuinamente preocupada por las condiciones emocionales y materiales del existir, torna absolutamente inapropiados nuestros esfuerzos por aclimatar experiencias pedagógicas que, en virtud de los contrastes más arriba mencionados, pueden ser enteramente válidas en los países satisfechos del Norte y sin embargo, entre nosotros, pueden resultar cuando menos frívolas. Pero lo que puede ser aún más grave, es que estos esfuerzos por llevar adelante programas de prematurización, aceleración e intensificación del ingreso de los niños en los procesos de racionalización pautada de todo lo real, puede resultar políticamente reaccionario si se lo efectúa en el marco de la concepción hegemónica de la filosofía, que en su “jactanciosa
Peter Carruthers, un filósofo británico contemporáneo dice: "Así como Nerón tocaba la lira mientras ardía Roma, muchos occidentales se desviven por la suerte de los bebés foca y los cormoranes, mientras otros seres humanos son víctimas del hambre o de la esclavitud." (1995: IX) Más allá de la discutibilidad del tratamiento que da Carruthers al tema que le conduce a tal aseveración (la preocupación por los derechos que le asisten a los animales), es posible convenir que tales palabras grafican una preocupante desarmonía moral.
En efecto, mejorar la performance lógico-procedimental de los más favorecidos, material y emocionalmente, descuidando o desatendiendo tareas que pueden favorecer la suerte de los más débiles y perjudicados, puede coadyuvar, tal vez sin mala conciencia, a la consolidación de posicionamientos políticos reaccionarios, conservadores.
4. Juego, luego existo.
Un dibujo de una página web cubana mostraba a una niña que saltaba una soga y exclamaba: "Juego, luego existo". Me pareció una frase impactante, que difícilmente pueda ser tomada como un mero parafraseo del apotegma cartesiano. Se trata de una frase muy pensada: alude a una cosmovisión enteramente diferente de lo antropológico y de las vías de planificación existencial.
En la vereda del frente, el supuesto básico que subtiende a toda preocupación teórica por los niños, consiste en pensarlos (e intervenir en sus vidas) a partir de la certeza de que los mismos deben ser tratados como seres provisorios inmersos en un proceso evolutivo, del cual sus sucesivos momentos poseen validez potencial como estadios de un ser que se actualiza en la diacronía. En función de esta imagen plástica e inacabada del niño hemos diseñado un instrumento ortopédico que tiene por objeto asegurar el recto cumplimiento del recorrido ontogenético. Al final de esa marcha nos encontramos con un ser pleno, acabadamente humano.
La imagen descripta en el primer párrafo nos sitúa en una posición enteramente inorgánica a los globalizados consensos de política educacional, tendientes a la progresiva amputación del improductivo tiempo de la infancia. El conocimiento prematuro de un segundo idioma o la adquisición de destrezas en el dominio de programas de computación, han doblegado el espacio lúdico en las escuelas de nivel inicial más “progresistas”. Todo ello, sin embargo, no hace sino continuar las nihilizaciones consumadas por siglos de predominio de una cosmología y una antropología logocéntricas.
Sin embargo, son muchos los autores y corrientes de ideas que se han decidido a dar "un cambio radical en nuestra percepción, en nuestro pensamiento, en nuestros valores. Nos hallamos sin duda en el inicio de este cambio fundamental de visión de la ciencia y la sociedad, un cambio de paradigmas tan radical como la revolución copernicana." (CAPRA 1998:26) Sin lugar a dudas, dentro de este nuevo paradigma que se va gestando, cabe indudablemente el rescate del profundo valor antropológico del juego toda vez que se percibe en el mismo, su enorme potencialidad-centralidad en la conformación de una personalidad humana abierta a la relación cuidadosa y amorosa con los demás seres humanos, con los demás seres vivos y con la naturaleza inerte. Por todo ello la sociedad democrática, sociedad necesariamente ecológica, deberá custodiar celosamente que todos los niños puedan experimentar y disfrutar de un juego libre de instrumentalizaciones de los adultos. Esto significa que no estamos refiriéndonos ni al juego pedagógico ni al juego terapéutico ni al juego competitivo incentivado: hablamos solamente de jugar sin ninguna tipo de ulterioridades o finalismos. Es importante que dejemos de ver en el juego estrategias filogenéticas de simulación de roles futuros en la vida adulta y admitir que la riqueza de lo lúdico se agota en la gozosidad de su hacerse, de su jugarse.
En vista, de esta raigalidad antropológica del juego, todo intento de domesticar o encauzar lo lúdico se inscribe en una estrategia potenciadora de la colonización de nuestro diario vivir por "un modo de coexistencia que valora la guerra, la competencia, la lucha, las jerarquías, la autoridad, el poder, la procreación, la apropiación, el crecimiento, la apropiación de los recursos, y la justificación racional del control y de la dominación de los otros a través de la apropiación de la verdad." ( MATURANA Y VERDEN-ZOLLER 1994:24). Si cabe la posibilidad de que la filosofía acompañe amorosamente el hacer de nuestros niños la misma deberá pensarse en el marco de un paradigma cosmológico y antropológico enteramente diferente.
Se deberá partir desde el holístico territorio de una ontología de la otredad o de la diferencia, para poder espantar así, la helénica obstinación de tener solamente como interlocutores válidos, a quienes participan inequívocamente de los suprahistóricos caracteres de la mismidad.
Será necesario limitar las pretensiones racionalizantes de una educación filosófica unilateralmente intelectual y abrirse a otras dimensiones invisibilizadas por la cultura occidental, como lo son las experiencias sensoriales, los éxtasis místicos y eróticos, el arrobamiento estético, etc.
Será menester una filosofía volcada al cuidado amoroso de la existencia de cada niño como única vía de fomentar el autorespeto y el respeto por los demás. La preocupación amorosa se funda en el valor absoluto de la alteridad y no se orienta en torno a la expectativa de tratamiento simétrico: el cuidado amoroso del otro se agota en el acto de cuidar amorosamente, sin que la expectativa de devolución o reciprocidad se erija en fundante, pues en ese caso estaríamos frente a un mero acto egoístico.
Si nos atrevemos a una nueva resemantización de la filosofía y asumimos las consecuencias de una iconoclastía radicalmente heterodoxa, entonces podemos creer que una filosofía fundada en la gratuidad, el ocio, la contemplación, lo lúdico, etc., entendidos como configuraciones valiosas que rigen la convivialidad de los seres humanos entre sí y entre los seres humanos y la totalidad biosférica, se puede pensar en la legitimidad de intentar un acompañamiento filosófico al hacer lúdico infantil, como una modalidad de preservar un clima de singularización hedónica gobernado por las modestas prescripciones éticas que brotan de la emoción y el afecto.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Aristóteles 1978, Metafísica, Sudamericana, Buenos Aires.
Capra, Fritjof 1998, La trama de la vida. Una nueva perspectiva de los sistemas vivos, Anagrama, Barcelona.
Carruthers, Peter 1995 La cuestión de los animales. Teoría de la moral aplicada, Cambridge University Press, Cambridge, Inglaterra.
Hegel, G.W.F. 1971 Fenomenología del espíritu, Fondo de Cultura Económica, México.
Maturana Romesín, Humberto y Verden-Zoller, Gerda 1994, Amor y juego. Fundamentos olvidados de lo humano. Desde el patriarcado a la democracia, Editorial Instituto de Terapia Cognitiva, Santiago de Chile
Platón 1972, República, Eudeba, Buenos Aires.
PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) 1998 Informe sobre desarrollo humano 1998, Ediciones Mundi Prensa, Madrid.
Roig, Arturo Andrés 1881 Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano, Fondo de Cultura Económica, México.
Splitter, Laurance y Sharp, Ann 1996, La otra educación. Filosofía para niños y la comunidad de indagación, Manantial, Buenos Aires.