domingo, julio 06, 2008

La conquista, la imitación y la rebelión.

La conquista de América dejó daños materiales e inmateriales que parecen condenados a la irreparabilidad. La destrucción y/o sometimientos de las etnias originarias y el saqueo sistemático de los recursos naturales encerrados en sus límites geográficos constituyen hitos cruciales de la devastación material que significó la invasión europea.

El complejo de inferioridad (o lo que es lo mismo, la fascinación por lo extranjero) interiorizada en la población mediante expedientes de violencia simbólica o material nos conminaron a adoptar-aceptar el curso evolutivo adoptado por la metrópoli. Sin desvalorizar en absoluto la trascendencia de conatos de rebeldía popular autóctona, lo cierto es que aún en ellos podemos constatar la influencia de una concepción de libertad muy fuertemente inspirado en el europeo. Las rebeliones de Tupac Amaru o la de Touissant L'ouverture tienen necesariamente que entenderse a la luz de principios políticos conceptualizados por los europeos.

Pero ello no significa que el destino de lo americano esté determinado absoluta y definitivamente por la perpetua repetición de lo mismo. Lo mismo puede ser recreado hasta volverse lo otro, lo diferente. Lo mismo puede ser rechazado y ser utilizado pragmáticamente como ejemplaridad de lo que no ha de volverse a hacer. La genealogía del devenir de lo mismo supone la búsqueda de las causas de la falla, del quiebre, del fracaso. Repetir el fracaso a partir del conocimiento de la historia de lo mismo ha de reconducir a la apertura de nuevos caminos. Y esos nuevos caminos han de tener por sujetos protagonistas a otros actores. Actores caníbales, actores travestidos, actores trasmutados. Los mismos ya no pueden ser los mismos y los imitadores ya no pueden imitar lo que ha devenido en modelo frustráneo. El camino es de las singularidades que se mueven al convite de las complejas tramas que establece el devenir común de la producción y reproducción de la vida.