sábado, septiembre 20, 2008

Haití y Bolivia: luchas universales de los Otros excluidos.




La experiencia boliviana se entronca con plurales hitos notables de esa historia mundial que los latinoamericanos comenzamos a vivir con ocasión de la conquista europea. La independencia haitiana de 1804 tiene muchos parecidos con esta crucial experiencia contemporánea: los protagonistas de la lucha caribeña son racialmente no europeos y oponen a los colonizadores franceses una visión política que integra posiciones vernáculas con discursos emancipadores del pensamiento socio-político europeo. Toussaint L’ouverture no es África contra Europa, sino que es la reivindicación de los ideales europeos canibalizados, deglutidos por los excluidos de Santo Domingo. Haití es el nombre que procura nominar una identidad que supera dialécticamente el primitivismo inducido de una abrumadora parte de la población reducida brutalmente a la esclavitud y el supuesto vanguardismo imperial europeo. No se trata de un regreso atávico al pasado africano, sino que se trata de la adopción original de la dimensión más progresista de unas teorías y prácticas políticas que han proclamado (aunque insuficientemente) derechos humanos (de los hombres –varones-) frente a las pretensiones autócratas de las monarquías reinantes en Francia (y en toda Europa).
Las multitudes bolivianas, indígenas en su enorme mayoría, tampoco personifican la resurrección milenarista del Inkario ni una revancha racial-étnica contra el agresivo colonizador blanco. El proyecto político que, formalmente, encabezan Evo Morales y Álvaro García Linera se entronca en todo caso con una larga historia mestiza de Bolivia (Bolivia es el epónimo del Ilustrado Bolívar) y las experiencias políticas que se están llevando a cabo nacen de un complejo y rico humus constituyente donde se entrecruzan antiquísimas demandas de autonomía indígena con las luchas antiglobalizadoras del presente. Por esto la situación Boliviana posee un valor experimental antropológico de grandísima relevancia. Se trata de un laboratorio de novedosas formas políticas donde se está gestando un nuevo y singular rostro de lo humano. La atención mundial a tal proceso refleja su trascendencia. Es que multitudes históricamente desarraigadas, políticamente excluidas y ontológicamente nihilizadas apuestan a un futuro interculturalmente sustentado: formas tradicionales de organización comunitaria prehispánicas se combinan con los logros teóricos y prácticos de la teoría política mundial en una aventura antropológica donde con justicia y libertad se busca alcanzar el libre usufructo de lo común.

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