martes, septiembre 16, 2008

El desgarramiento ontológico: crisis de nuestra latinoamericanidad


He leído algunos nombres que los habitantes originarios de esta región geográfica del globo le daban a la misma. Pero cuesta hallar actuantes a esos nombres casi naturales de la tierra, a esos nombres que parecían caricias sonoras que le daban a la tierra quienes sentían sostenidos los pasos de la vida por su regazo acogedor. Ya no circulan esos nombres. Y los plurales nombres de América son nombres que portan la colonialidad de su origen, es decir ya son nombres que se superponen al territorio con la indecencia de la mano estupradora del que renombra el cuerpo que ya tenía nombre.
Y “Nuestra América”, “Indoamérica”, “Latinoamérica”, “Iberoamérica”, etc. etc. son otros tantas denominaciones que procuran limpiar el pecado de la conquista y la violación inicial mediante radicales y sinceras críticas a la voluntad opresiva de los violentos resemantizadores. Y ya somos ahora esos nombres. Nos identifican mucho más que los nombres aborígenes sepultados por la violencia verbal de quienes supieron imponer su cultura, la cultura que ahora es nuestra.
Estamos desgarrados: el indio se nos ha vuelto exótico y sin embargo habita todavía multitudinariamente los vastos espacios geopolíticos de América. Sentimos que la indianidad supone reclamos absolutamente legítimos y preñados de reivindicación de justicia y sin embargo, los intelectuales reflexionan acerca de esa densa y provocativa realidad con categorías conceptuales nacidas en la tranquilidad de la opulencia que proporcionan las instituciones educativas del mundo hiperdesarrollado. Desgarro de pensar la pobreza desde la satisfacción material. Desgarro de advertir la validez de categorías filosóficas que procuran resolver la cuestión latinoamericana (la indigenidad, la negritud, el mestizaje, etc., etc.) desde el paper académico. Desgarro que nos provoca la adhesión intelectual a la fundamentada crítica al populismo cuando advertimos, al mismo tiempo, que las escasas acciones tendientes a un grado ínfimo de revalorización de los actores genuinos del drama latinoamericano son conducidas por regímenes inequívocamente populistas.
Desgarro de pensar postmodernamente la modernización de un espacio socioeconómico con algunas características premodernas. Desgarramiento de nuestro ser real, de nuestra empírica manera de existir en el mundo y en el socius. Desgarramiento y crisis de la latinoamericanidad, no como esencia separada de los cuerpos, sino como encogimiento, opresión y dolor de nuestros cuerpos reales.

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