domingo, mayo 31, 2009

Los laberintos de la la otredad (1)


Los laberintos de la otredad.

El convivir entre iguales posee la deseada propiedad de reducir la emergencia del desorden y de espantar la contradicción. No en vano, los pueblos que protagonizaron gestas de invasión y conquista conjuraron la maléfica otredad mediante diversos expedientes, entre los cuales el violento exterminio, el ostracismo impiadoso o la desvalorización ontológica-antropológica fueron moneda corriente: la minusvalía ontológica cristalizaba en bestiarios y leyendas condenatorias -que rivalizan con los más inspirados textos del llamado realismo mágico- cuando no en densos y alambicados argumentos filosóficos. La conformación de enclaves mentales y territoriales en las naciones sometidas operó como centro operativo de mismificación: las exportadas burocracias imperiales, se ocuparon prontamente de descubrir entre los conquistados aptitudes e inclinaciones para abrazar la nueva verdad portada por los conquistadores (devenidos en redentores de la defectiva barbarie autóctona). Con el tiempo, las minorías locales, mimetizadas con la civilización invasora terminarían por abjurar de todo lo indígena, de todo lo originario. Todos estos procesos se ponen en circulación a partir de convicciones, filosóficamente sostenidas, de que el acceso a la universalidad exige la impugnación destructiva (o por lo menos la intrumentalización insensible) de todas las instituciones regionales en pos del mesiánico objetivo de revelar a la humanidad el logos verdadero.

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