jueves, enero 04, 2007

Los vértigos de la historia.


La historia es apenas la historia de los vértigos, de los fervores, de las pasiones, de las pulsiones lábiles o profundas. Ese vértigo es su pura forma, es su perenne actualidad. Toda gesta, toda emancipación, toda rebeldía, toda utopía es la potencia constituyente del vértigo.
Latinoamérica es apenas un caprichoso nombre para esos vértigos humanos, para esos vértigos que no tienen límites nacionales ni regionales. Los límites son el fruto de la reacción a los vértigos, la nihilización de lo sujetivo, el aherrojamiento de la vida. Por eso, Latinoamérica tiene 500 años de feroz teleologismo, de brutal genocidio (más propiamente biocidio contra el fervor del sujeto, contra la rupturidad de la pasión, contra la singularidad de lo minúsculamente humano).
Pero la tristeza excede la regionalidad del biocidio, porque el biocidio es planetario, es puramente humano. Toda vida se ve acorralada por los fantasmas del finalismo, del sentido, de los esencialismos. La tristeza es la pura y monstruosa negación de los vértigos de la historia.