sábado, junio 13, 2009

Los laberintos de la otredad (2).


La forja de la mismidad.

La reducción de la otredad a lo mismo es un proceso que no sólo se ejecuta y consolida diacrónicamente, sino, que, con igual virulencia aniquiladora, se verifica intratemporalmente. La búsqueda de la mismidad supone una fuga de la historia; la uniformidad del presente preanuncia el homogéneo inmovilismo de la eternidad.

La búsqueda de la unidimensionalidad, funcional e instrumentalmente ostensible en las escuelas, las fábricas, los conventos, los cuarteles o los manicomios constituye una paroxística referencia a la exigencia socio-institucional de imponer una normalización productiva, simbólica, revalidatoria.

La brevedad de esta nota nos permite apenas formular algunas aseveraciones acerca de la función histórica que ha cumplido la institución escolar. Más allá de los aciertos antropológicos que dicha institución pudo haber direccionado, lo cierto es que el arduo trabajo de la educación acaba por volver romas todas las agudezas, por acallar las voces disonantes, por domeñar la imaginación descarriada. El proceso educativo asegura a la sociedad cohortes de seres estereotipados dispuestos a realizar sus existencias en los escenarios que también ha matrizado la institución educativa como brazo técnico de la voluntad política de una época.

Pero la igualación constrictiva y ortopédica acaba con la otredad: los individuos producidos por la educación serializante marchan, enhiestos y seguros, al paraninfo de la mismidad. La demostrada eficacia de la escolarización es una garantía a largo plazo, que atenúa el malestar existencial que en los progenitores biológicos y culturales de los educandos instaura la manifestación incontrolada de la imaginación infantil y la rebeldía juvenil. Si en el momento del acceso a la educación, la niñez porta los lúdicos duendes de la fantasía -rebelde madre de las gozosas diferencias-, al egresar de los itinerarios científicamente prefijados, esa niñez ha recibido todas las vacunas que previenen contra toda posible desnaturalización. La sociedad puede volver a respirar tranquila cada vez que finaliza un período de adiestramiento escolar: la posible subversión de la otredad ya se ha metamorfoseado en necesaria y confiable mismidad.

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