lunes, abril 17, 2006

¿Filosofía se dice de muchas maneras?

La filosofía latinoamericana ha estado siempre sospechada en su originalidad y autenticidad ontológica. Demasiada sangre exhibe su escritura; es decir, mucho deseo, mucho interés, mucha pasión confluyen en sus planteos. Política e ideología vertebran el núcleo de su ser. La preocupación por la realidad, por la transformación de la realidad parecen tornarla viscosa, anómala, oscura. El interés por la dimensión óntica, la obsesión por la libertad de los individuos frente a un orden injusto y socialmente defectivo parece exponerla a una debilidad teórica imperdonable.
La descalificación de la filosofía latinoamericana proviene de los cultores de la filosofía sin más, que reivindican para ella el logro de una asepsia teórica, de un despliegue de una mirada desinteresada, de la instalación en la verdad en sí. Razones extrateóricas –como la pura y simple fuerza de lo económico, lo militar- están detrás de los mapas de la verdad universal, pero ello se racionaliza o mistifica en la supuesta pureza epistemológica de sus aprehensiones conceptuales de la realidad.
En este sentido, parece imprescindible señalar la inconsistencia de la reivindicación de pureza teórica para los planteos de la filosofía universalista y la impureza ideológica del pensamiento latinoamericano. En ambos casos el orden material sobredetermina el orden del discurso: en un caso, desde la altura hiperuránea y en el otro desde la subterraneidad del reclamo abiertamente material. Pareciera que la resolución de la antinomia sólo puede ejercerse desde lo ético-político y no desde una supuesta evaluación epistemológica: el reclamo material de extender la justicia a todos, característico del saber comprometido que encarna la filosofía latinoamericana, parece más justificable que el encubrimiento ejercido por los cultores de una filosofía aséptica que finalmente acarrea beneficios a unos pocos profesionales de la filosofía académica.

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